Mitos, cambios y transformaciones de la industria editorial
Este sector enfrenta situaciones que frenan su desarrollo, advierte investigador de la UAM
María Teresa Cedillo Nolasco
La producción editorial opera bajo mitos que distorsionan su función y su futuro. Si estos supuestos no se cuestionan, la desaparición del sector “se convertiría en profecía autocumplida”, afirmó el doctor Gerardo Kloss Fernández del Castillo, académico de la Universidad Autónoma Metropolitana y ganador del Premio a la Investigación 2024 en el área de Ciencias y Artes para el Diseño, por su obra El imaginario editorial. Cambio y resistencia de los editores (y los diseñadores editoriales) en México.
El profesor del Departamento de Síntesis Creativa explicó que en el campo editorial persiste la idea de que el libro impreso se acerca a su fin, que el lector ya no busca papel y los medios digitales reemplazarán la labor del editor.
Expuso que estos mitos sostienen una imagen reducida del oficio, pues lo presentan como simple fabricación y venta de impresos. Bajo esa mirada, la desaparición del sector parece inminente. Sin embargo, señaló que la sociedad necesita información y relatos. La demanda por contenidos no disminuye, solo se transforma. Por ello, propuso abandonar la idea del editor como productor de objetos, y reconocerlo como responsable de organizar discursos y trasladarlos al soporte que resulte útil para el lector.
Kloss Fernández del Castillo sostuvo que este cambio de enfoque modifica el pronóstico para la industria. Si se entiende al editor como gestor de contenidos y sistemas de representación, el análisis se vuelve más favorable. Su función consiste en colocar un discurso en el soporte adecuado: papel, pantalla, audio, video o cualquier plataforma que ayude al lector en acceder a la información.
Indicó que la web 2.0 permitió que “publicar” signifique oprimir un botón, pero subrayó que esta facilidad no elimina la necesidad de filtrar, corregir, promover y ordenar contenidos. Las tecnologías de publicación no suplantan las decisiones editoriales, pues ningún algoritmo garantiza calidad, claridad o pertinencia.
El académico de la Unidad Xochimilco recordó que instituciones como universidades, centros de investigación y dependencias públicas requieren libros y revistas para difundir conocimiento. Aunque suele asumirse que la labor editorial mantiene prácticas manuales o antiguas, la producción de estos materiales exige instrumentos para transmitir saberes.
“Todo tipo de conocimiento necesita vehículos de comunicación”, agregó. A pesar de ello, observó que las universidades dedican poca atención a la formación de los profesionales responsables de esa tarea.
El miembro de la Sociedad Estadounidense de Semiótica y de la Asociación Tipográfica Internacional comparó esta situación con la evolución del periodismo, que logró consolidar carreras y programas académicos. En cambio, la formación de editores avanza con lentitud. Mencionó solo dos programas de posgrado en el país: la Maestría en Producción Editorial de la UAM y la Maestría en Edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León. La primera, con 16 años de existencia, recibe un número de aspirantes que supera su capacidad de admisión.
A escala internacional, detalló que en Estados Unidos operan entre 30 y 40 escuelas dedicadas a la formación de editores. Inglaterra cuenta con una veintena, además de una asociación que integra a las universidades con programas orientados al estudio editorial. En México, en contraste, la profesión continúa vinculada a una idea artesanal del oficio.
La mayor parte del personal de la industria se forma dentro del trabajo cotidiano, sin espacios para reflexionar acerca de su papel como gestor de contenidos. Esta ausencia limita la posibilidad de decidir si un material requiere una aplicación digital, una edición impresa u otro medio. Según Kloss Fernández del Castillo, la edición consiste en elegir el soporte, la plataforma y el momento adecuados para que el discurso llegue a quien lo necesita.

El doctor en Imagen, Arte, Cultura y Sociedad por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos destacó que esta discusión importa de manera particular a las universidades, pues nada resulta más relevante que analizar y enseñar la producción de los vehículos con los que se divulga la ciencia. Subrayó que la reflexión sobre el modo en que se construyen los canales editoriales es parte del desarrollo de la investigación y la docencia.
Afirmó que el primer paso para enfrentar los mitos sobre la supuesta crisis terminal del sector es reconocerlos. Sostuvo que la industria no se encuentra al borde de la desaparición. En cambio, se amplía hacia nuevos formatos que incluyen video, animación y audio. La capacidad del editor para orientar contenidos hacia estos soportes abre horizontes antes inexistentes.
El ganador del Premio a la Investigación 2024 comentó que la reducción de la presencia social de la literatura responde a la expansión de otros medios narrativos. Las personas que buscan historias recurren al cine, las plataformas o el teléfono móvil. Este desplazamiento exige que el campo editorial analice cómo interactúan esos medios y adapte su producción a modelos de consumo que priorizan imagen y sonido.
Rechazó la idea de que los jóvenes dejaron de leer. Afirmó que leen textos diferentes y en soportes distintos a los que usaron generaciones anteriores. Destacó que, aunque crecieron en el entorno digital, muchos de ellos se interesan en la materialidad del libro impreso y sus cualidades táctiles, visuales y sonoras.
El investigador aseguró que las nuevas tecnologías plantean retos amplios, pero ninguno de ellos apunta a la extinción del sector. El editor debe aprender a producir video, audio, aplicaciones y materiales transmedia. Estas tareas requieren especialización y articulan saberes de comunicación, literatura, diseño, artes gráficas, medios digitales, mercadeo, negocios, administración y derecho de autor.
Concluyó que el campo editorial debe dejar atrás disputas que ya no corresponden al escenario actual. La formación de profesionales capaces de integrar disciplinas ampliará la capacidad del sector para responder a las transformaciones tecnológicas y culturales.
La revisión crítica de los mitos que rodean la industria permitirá reconocer su potencial real. El académico insistió en que la sociedad sigue interesada en relatos y contenidos. El reto consiste en entender cómo los lectores acceden a ellos y de qué forma la edición puede facilitar esa experiencia. Bajo esta perspectiva, la industria editorial no se dirige hacia la extinción, sino hacia una reorganización que exige reflexión, análisis y actualización constante.


